jueves, 27 de enero de 2011

CUENTOS DE CORRUPCIÓN





Leía una entrevista hecha a  don Cesar Hildebrandt Pérez Treviño, y luego lo veía citado en un foro de actores políticos jóvenes, donde se le presentaba como adalid de una lucha frontal contra la corrupción, leo el diario donde se nos presenta como el campeón en falsificación de dólares y noto con triste convicción que no es más que un reflejo de lo que somos ahora, y en una mañana lluviosa se me da por escribir esto...

Cesar Hildebrandt, un muy cultivado señor que enfundado en su mordacidad y retórica teñida de gala y vulgaridad, se ha convertido hace mucho tiempo en el héroe de una sociedad que busca y persigue un espacio para sus frustraciones, un ídolo de quienes ven en la clase política y en la acción misma de los gobiernos democráticos un motivo de cólera... la voz moral de quienes quieren hacer coro de ella, siempre ante el público, pues en la mayoría de casos no pasa de ser una gran actuación.

La corrupción ha llenado las páginas de todos los diarios y ha saltado de boca en boca, como una recurrencia del diálogo y el cultivo del habla entre los peruanos; es sin lugar a dudas, en asuntos políticos al menos,  el tema más comentado y por decirlo en buen peruano, “el más rajado”  de nuestras eventuales peroratas.

La corrupción como tal es inherente al ser humano, desterrarla es un mito y en perspectiva un ideal utópico, pues responde a la torcida naturaleza humana; es tambien la justificación para los cambios y revoluciones. (Materia de otro post) En buena cuenta solo es posible controlarla para que no haga estropicios mayores en lo público, es decir, en los ciudadanos.

Su origen es antiquísimo y se concibe la corrupción como el acto de corromper y esto en buen castellano, quiere decir: torcer, alterar, cambiar la forma de algo. En ese sentido un matrimonio gay, por ejemplo, es un acto de corrupción, pues se trastoca el sentido de su institucionalidad y origen, pero no deja de ser una innovación, una demanda surgida a partir de intereses naturales de una comunidad determinada, que irrumpe con la violencia de una nueva imagen de sociedad y de mundo.

En el sector público, la corrupción (básicamente en Perú) a cobrado intereses mayores, debido a la difusión que de ella han hecho los medios de comunicación, cada vez más globales y más utilitarios; es un tema que engancha con la abrochada psicología de lo políticamente correcto y se constituye en alimento para esa cultura “alpinchista” que la usa de justificación para petardear todo y llamar a todo personaje incomodo: "corrupto"; sin embargo su presencia es mas bien global y se presenta de diferentes formas, de forma que podemos decir que siempre donde hay Estado, hay corrupción, ese desvío de intereses públicos hacia metas privadas que genera descontento y aprovechamiento de ciertas posiciones de poder, que se tienen y se procuran.

Lamentablemente la corrupción no tiene que ver con sistemas políticos y modelos o partidos, esto es secundario, lo cierto y grave es que responde a actitudes que subyacen a la gestión pública o privada, tiene que ver con ese sentido de oportunidad y de ganancia rápida que se convive con la muy consistente idea de "éxito" que en cierto modo y forma, desarrollamos cada uno en nuestra vida personal, es decir, tiene que ver con personas. Podrán inferir que estas condiciones se dan en todos los niveles, macro, meso y micro. ¿Yo soy corrupto, tú eres corrupto?

Las personas generalmente buscan satisfacer sus necesidades (las cuales pueden ser infinitas) y para ello buscan oportunidades, el trabajo ya no es un medio que una persona "inteligente" emplearía para tener dinero y aventajar a los demás... ahora solo basta ser "pendejo" o "vivo"  ¿Cierto?

Concluyendo, puedo decir que la corrupción es inherente al ser humano y solo es controlable. En lo público solo es posible, cuando hay personas buscando satisfacer necesidades e intereses; esto se agrava cuando esas necesidades se satisfacen mediante dinero público, lo cual en buena cuenta es un robo a los contribuyentes, es decir a ti y a mi.

la corrupción a nivel privado, solo afecta a los recursos privados de quien guarda y protege un patrimonio, sea de un sol o de mil millones; infelizmente con la existencia del estado, no puede haber corrupción privada, pues esta siempre se hará en contubernio con el sector público, quien hace y da las leyes por donde circulan nuestras vidas.

 Ahora, sacarle la vuelta a las leyes no es novedoso, es una de las manifestaciones de la corrupción y se refleja en una sociedad reñida con las leyes e inmadura en términos de ciudadanía, demás esta decirlo, con un sistema de justicia ridículamente estructurado y compuesto.

Con todo ello, la mejor forma de controlar la corrupción no pasa por creas sistemas anticorrupción y tener voceros de la transparencia en los medios; no se controla con reformitas analgésicas que distraen bajo el termino de la "sensibilización" y no apuntan a operar este sistema político, extirpando mucho de su gran volumen burocrático, lento, torpe, ineficiente y altamente corrupto. La solución es pues, reducir el tamaño del estado para mejorar el control ciudadano y hacerlo más eficiente; no terminaremos con la corrupción pero al menos podremos controlarla más... lo otro y más situado en el largo plazo es reformar nuestro sistema de justicia y cambiar las actitudes ciudadanas. Empecemos con las nuestras y que el futuro nos depare una sociedad con personas respetuosas de la libertad y que valoren el trabajo y el esfuerzo como única estrategia para tener éxito, por ahora eso es complicado.

Y así todavía algunos alucinados quieren crear más ministerios y nos atarantan con su promesa de acción gubernamental, para combatir la corrupción... bah! 

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