domingo, 23 de enero de 2011

Matrimonio gay... entre el robo y la dignidad.



“Esa es una loca…idea”  podrían decir muchos al comentar y apreciar una intención insurgente de matrimonios gay. Razón quizás tengan aún a desconcierto de ellas, o bien puede solo ser una expresión de intolerancia instintiva a lo que se considera poco natural.

 Y vaya que a la luz de la historia, un matrimonio gay no es natural, a lo sumo eran amantes...

Sin embargo, la naturaleza se transforma, como todo aquello que es dinámico en el tiempo, el hombre es el más grande transformador de la historia, y no siempre esas transformaciones suelen ser positivas, pero sin duda son inevitables. Estas pueden darse por reordenamiento natural o por violencia y rompimiento acelerados.

En estos avatares se encuentra el asunto en mención, en un vorágine de cambio impulsado desde las renovadas ideas de libertad y cuasi anarquía que hace del individuo una imprecisa condición de mente libre y deseos infinitos, que se sienten en la cresta de una nueva ola que entierre las de Toffler; la ola del alpinchismo; esa malforme estación de nuestra línea evolutiva que se nutre de hartazgo y flojera mental, episodio cruel de ese consumo que nos seduce y nos maltrata con la misma facilidad de un click.

Retornando al asunto en mención; el matrimonio desde su concepción etimológica, y en ese mismo sentido hasta ahora, nos presenta un vínculo entre la madre y su calidad de ser tal en cuanto a una sociedad, del latín "mater", que significa "madre", y "munium", que quiere decir "función, cargo". En el derecho romano y hasta antes de las revoluciones liberales y el principio de igualdad, se concibe en su forma heterosexual, pues responde a su fin y construcción institucional. Ese es su origen natural y que busca ser ahora transformado, intención justificada en cuanto a pretensión de libertad particular, pero reñida con la esencia misma de la dignidad.

Dignidad, porque quien asume un camino, debe ser consciente de sus parajes con sus riesgos y peligros, con sus bondades y maldades, El matrimonio nació con un fin y sus connotaciones y reglas son claras; cambiarlas es destruirlas y despreciarlas como tal. Es irrumpir abruptamente y quebrar la institución, arrancarla de su base y secuestrarla para nuestros fines, es pues en clara verdad, un acto indigno.

¿Dónde queda la libertad y el respeto a la voluntad de los homosexuales? Me dirán o quizás ya me están acusando de homofobico o conservador a estas alturas. Pues la libertad está en el sentimiento unificador que se superpone a cualquier institución, en la igualdad que supone una unión de hecho y en un marco civil, en la vida que puedan concertar a partir de los sentimientos, necesidades o intereses que la pareja pueda tener.

De otro modo y ausente esa dignidad, una pretensión de matrimonio por encima de todo lo establecido, vendría a ser poco menos que una acción semejante al robo, pues esta ha sido instituida a partir de fundamentos concretos que la hacen propiedad de los alcances que en ella estén considerados. Yo creo que quienes deciden por esta opción tienen la dignidad suficiente como para vivir en libertad e igualdad su elección, sin tener que caer al juego rebelde y pillón de arrancarle a una institución su esencia, en nombre de la modernidad y la libertad, creo que tienen la dignidad suficiente y el amor propio de saber que por encima de los formatos sociales, esta eso que supone su elección y vinculo en lo personal. Su deseo de ser felices a su modo, ahora bien pueden renunciar a la dignidad y robar la institución... Finalmente es elección personal.

No hay comentarios: