martes, 16 de noviembre de 2010

Tránsito de penas...

Me transita la piel el rasguño lento de las horas, no hay espacio en donde se eche a dormir esa herida, no hay balsamistas ni en las risas ni en las calles, donde marcha el humor, cansino ir y venir de recuerdos que han ido componiendo la canción de los desdichados.




En el horizonte quebrado del día, emerge la sombra de una remota alegría, con sus entrecejos declarados de Julio, me acerca a la noche y a la más lenta tortura, no tengo pasos propios que enrumben la jornada, solo el látigo incipiente del deber comprometido, solo la marcha quejumbrosa de un corazón que llega y se marcha.



Me cuelgan con el sol plantado en el centro de la jornada, unas cuantas lagrimas invisibles, enfundadas en valor dirían algunos, enlutadas en silencio diría yo...



En la soledad secuestrada de un espacio me devoran las ansias de tejer palabras y jugar entre los dedos con serpientes venenosas que acaricien el gesto reprochable de algún garabato que se sitúe en la cima de mis nostalgias, no es la lejana melodía de un violín enamorado la que me destroza los pensamientos, es la presentación involuntaria de mi exilio a su música, la que me ahoga y mata.



Me transita la piel entonces, la música impropia y la palabra muerta de una mañana incrustada en la sabana gris de un hombre macilento; me recorre con ardor una fiebre comprada a regateo y sostenida con valor entre espacios, calles y horas.







Tingo María, Noviembre 2010



1 comentario:

Gianna dijo...

Querido hermano, cuánto nos pesa a algunos nuestra condición de humano, que ama y vive intensamente cada uno de los matices de nuestras horas, las de aquellos que miramos con dulzura y las de los que son sólo una cifra de este mundo insensible...
Dura realidad, para nuestros sentidos corazones...