jueves, 25 de noviembre de 2010

Coro de gatos en la oscuridad...

Cuelgan de la noche un par de naves deletéreas… su tripulación se esconde en el ruido de la indignación que con la luz de una mañana y el vestido de flashes que pronto llegan.


Se extraña su bitácora de circunstancias, tan libres, tan tiernas, tan hermosas como la sensación de un Egipto ubicuo con su majestuosa grandeza y el ir y venir de sus historias, entre amantes, consejeros y faraones… Se pierde entonces su bitácora, en el horizonte perdido de los últimos maullidos.


Se extraña la crueldad del naufragio y la fuerza que inspiró la tormenta, más bien se desconoce su fuente, su origen, su impulso… solo como en toda tragedia, se conoce su irremediable desenlace, se conoce de la noche sus océanos y en sus playas la interrogante que sucumbe a lo humano.


Mientras cuelgan de la noche un coro de quejidos, un escenario macabro que presenta la infinidad de la muerte, una cuestión que persiste en buscar al hombre y en escribir sin duda el nombre de tan profano poema…


No culpen pues a la tormenta, no culpen pues a los mares ni a la noche… quien sostiene los riesgos de una justa independencia y sin cuidados por la vida anda, pronto se encuentra con la respuesta a la pregunta, de qué tan bueno es el hombre.

No culpen a la mano que enseña nuestra histórica tragedia, no culpen el desvío de la curva incierta de nuestras buenas intenciones y deseos… culpen su propia maestranza con quienes preguntan por el hombre, culpen si bien cabe, la responsabilidad no siempre guardada para cuidar a los más débiles…

Mientras ya habrán partido liberadas la naves deletéreas y a coro de gatos muertos…irá avanzando silenciosa y distante de toda querella mundana… como una sombra persiguiendo al ocaso, irá transitando al olvido humano.

“Apropósito de la cruel muerte de unos gatitos, que nos dice que nuestra propia crueldad puede expresarse de forma activa y también pasiva…”

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