miércoles, 29 de septiembre de 2010

La opción por el cambio...


“No se pueden resolver los problemas con la misma mentalidad que las originó…”, solía decir un muy inteligente jefe mío, retomando lo ya dicho por Einstein y Dyer en su momento, en momentos en que nos instaba a revertir situaciones desfavorables para el desarrollo de nuestra institución y obviamente el logro de sus objetivos que nos afectaba a todos.

No deja de ser una clave fundamental para entender el éxito y el fracaso que visten las personas y las sociedades, un principio rector que vulnera la consistencia de la perseverancia y la visión estratégica horizontal y nos insinúa que la garantía de éxito puede estar relacionada con la inmensa capacidad reflexiva y la acción flexible de las personas. Coordenadas precisas donde se ubica el principio del cambio.

Esta frase no tendría mayor relevancia en un contexto de felicidad y desarrollo de las personas y de la sociedad en conjunto; sin embargo, en un contexto donde el pesimismo cunde y una inmensa mayoría de peruanos resalta las cosas negativas, es obvio que algo no nos agrada, nos incomoda o más aún; nos fastidia. Eso sin duda nos inunda la lógica y la expectativa con la palabra: “Cambio”

En el aspecto estrictamente individual el cambio no requiere de mayores factores más que aquellos que dependen únicamente de uno mismo, no necesitamos a otras personas para ubicarnos es esas coordenadas de cambio y empezar a caminar por la ruta de nuestra libertad individual y su éxito (pues dudo que la gente opte libremente por cambiar de un estado de bienestar a uno de malestar), solamente tenemos que reflexionar sobre lo que estamos haciendo, evaluarlo y saber que aún los planes más perfectos pueden ser sujetos de cambio.

Es así que se da por asumido que los cambios son procesos desencadenados por una acción voluntaria, esto en el plano individual; pero en el plano social su inicio tiene un fuerte componente de acción y decisión política, permanente en detalle y acción, pero circunstancial en diseño y decisión, siendo esta última extremadamente importante; y es precisamente aquí donde debo hacer una insistente reflexión, dada la proximidad de un proceso electoral que desde ya, tiene un marco de nebulosa toxicidad.

La democracia, a pesar de sus críticos y enemigos es sin duda el mejor sistema político posible, dado que es un sistema que privilegia la participación del ciudadano, aunque el hecho de que el voto sea obligatorio, juegue en contra de esa participación libre del ciudadano, lo cual sin embargo es meramente procedimental y no cabe mencionarlo en este momento.

Lo que me resulta interesante es que en este proceso electoral se cite con frenética recurrencia la palabra “Cambio”, tópico central de un marketing de campaña al que ningún candidato puede rehusarse pues sería: “políticamente incorrecto”.

¿Puede haber cambio en ataques, insultos, demagogia popular? Vieja historia de argumentos bajos que no pueden en modo alguno asumirse como características de una personalidad seria y plenamente convencida de sus propuestas, nada que tenga que ver con eso que se llama: confianza.

No voy a reparar en los sucesos post campaña, y lo que de la palabra recurrente queda, pues eso creo que ya lo saben ustedes y sería penoso relatarlo; Sin embargo quiero resaltar la paradoja y el sinsentido de la oferta de cambio, emanada desde una fuente que en nada ha cambiado durante los últimos años; desde una estructura y un sistema decadente y poco claro (no voy a mencionar la moral porque no quiero se huachafo) que no inspira la menor confianza inteligente, salvo la emotiva.

El cambio no es emoción actuada, es más bien reflexión, decisión y luego si quieres y te place, puedes emocionarte, solo de esa forma será sostenida y dará resultados esperados, será como dirían algunos, “materialmente comprobable” y tendrá una profunda influencia en nuestra historia personal y colectiva; pues se asume como fuerza motivadora permanente y potente

A escasos días de elegir a nuestras autoridades, regional y locales cabe hacerse una sola pregunta: ¿Quién de ellos realmente viene con el cambio? De la respuesta que adoptemos, dependerá nuestro nivel de compromiso ciudadano y el grado de nuestro ejercicio de libertad, esa que viene acompañada de confianza y de compromiso con una historia personal, con una propuesta seria y viable y con la seguridad de saber que el voto emitido, es libre y de conciencia.

Si la respuesta es: NADIE. Con ello viene la tentación de lo próximo; eso que solemos llamar “el mal menor” o "el voto útil" cualesquiera de los dos no esta acompañado de la convicción grata de saber que es lo que realmente quisieramos hacer, y que de esa forma nos ata a una vieja historia que se repite año tras año, y que suele ser la fuente más importante de todo ese pesimismo y desconfianza que rodea nuestras vidas, embotándonos de hartazgo y decepciones en medio de una ebria historia de pobreza y subdesarrollo. Si la respuesta es nadie, es preciso que vayamos respondiendo una segunda pregunta: ¿Qué estamos haciendo para que no tengamos reales posibilidades de cambio?


Buen punto de partida para iniciar un camino de libertad de cara al Bicentenario.

1 comentario:

Leo Aliaga dijo...

Interesantes reflexiones Richard... y ademas muy inquietante tu pregunta final sobre lo que dejamos de hacer para no tener mejores opciones.
Hace tiempo tengo el convencimiento que muchos politicos o hacen circo y/o llevan a una confrontacion extrema pues es el escenario que les conviene y lo que mejor saben hacer pues un debate alturado puede ocasionar un cuestionamiento serio y de fondo.
Solo un manejo honesta seria un gran cambio en nuestros municipios electos hoy 3 de Octubre. Un trabajo con vision de futuro para nuestras ciudades y una gestion eficiente parece un suenho.
Espero que esta campanha tan dura no aleje a las personas de buena voluntad sino los haga mas decididos para hacer "politica para el cambio".
Saludos,
Leo