martes, 30 de septiembre de 2008

LA SIMPLEZA INFINITA DEL CARIÑO


No es propio de las fechas, tan rayanas a lo festivo y tan marcadas por eventos de pueril atractivo, el llevar en el corazón penas y congojas que anudan la existencia varándonos en orillas de soledad y de vacío, sensaciones que irrumpen intempestivamente en la casualidad de nuestros días y de pronto nos pone de pie desnudos frente a la irremediable despedida que mas bien puede ser un hasta luego.

Es siempre extraña la sensación externa al dolor y la pesadumbre de quien pierde a un ser amado, y si bien hay muchas formas de perder, es la presencia material de quien ha labrado afectos en nuestras vidas la que mas extrañamos y sufrimos, mas cuando sabemos que nuestros ojos no la verán mas. Es ahora cuando recuerdo una antigua canción napolitana bañada en bellísima tristeza, lista para brindarse a la inconmensurable abstracción de la muerte, “Fenestra Che Lucive” o ventana que brillaba.

La muerte es solo una prolongación de la vida solía insinuar Nietzche, y Thomas Lewis en su monumental antropología de la muerte prefaciaba: “la muerte no es parte de la vida, la vida es parte de la muerte…”, aún desde la presencia prístina del hombre y la conciencia en la tierra se preguntaba y respondía el hombre sobre ese destino irremediable, que nos hace iguales a todos pese a las diferencias, el umbral que se cruza termina siendo el mismo. En el Ars Moriendi, escrito a mediados del siglo XIV se expresan una serie de consejos y protocolos propios de un buen morir, ahora mismo hay teorías científicas que abordan su tratamiento, y pese a estar muy cerca es un tema que evitamos.

Toda evitación jamás es perdurable, todo tabú es germen proliferante con el tiempo, toda negación es apenas una prolongación de lo real; y en los momentos en que el brazo infinito de la muerte nos separa de las personas que amamos, lo real es el dolor y la pena, como condiciones humanas que nos hacen conscientes de nuestras limitaciones y de nuestras fortalezas. No hay palabras suficientemente calidas y analgésicas, los sentimientos colectivos son más tolerables que los individuales, las estructuras emocionales son diferentes entre los dolientes, y en esa cadena de duelo, como un eslabón asido perpendicularmente a otro, esta el cariño y el valor de los amigos que hacen suya la pena.

En esta semana, como en todas las anteriores y las que vienen, muchos lutos y duelos (rostros social e intimo del pesar) han inundado la vida de las personas, particularmente todas son diferentes pero a la vez iguales, todas tienen preguntas y todas tienen consuelos, lo ignoto es todavía intrascendente en esos momentos, la simpleza infinita del cariño es lo mas importante.

Ese cariño que perdura en la memoria y que alimenta la conciencia de quienes quedamos, ese sentir latente y silencioso que muchas veces no encuentra canal de expresión; ese que el doliente espera y el compañero de luto brinda generoso y presto; aún cuando no entendamos plenamente el sentido de la muerte, podemos estar seguros que la vida es una magnifica oportunidad para ser felices y hacer felices a las personas que amamos y en general a todas, para así recibirla con la seguridad de haber amado y brindado diariamente la simpleza del cariño.

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